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Gabriel de la Mora, D.A.S. 1974 capas de pintura, 2011

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Una estrategia distinta de borrado entra en juego en la obra de Gabriel de la Mora, cuyas materias primas son invariablemente materiales de recuperación, pocas veces tan connotados como en esta serie de obras en las que realiza distintos ejercicios en torno a la falsificación.

“D.A.S., 1974 capas de pintura” es un díptico que comienza con la compra de una supuesta obra de David Alfaro Siqueiros en un bazaar de la Ciudad de México. Podemos imaginar al artista caminando por la Avenida Álvaro Obregón, reconociendo entre pinturas y esculturas un pequeño cuadro de 25 x 20 cm con un motivo que le recuerda de lejos y posiblemente en versión abstracta a un Siqueiros. La pequeña obra se vende con un certificado de autenticidad emitido por la única hija del artista, quien durante años emitió los hoy disputados documentos. La obra comprada es muy probablemente falsa, pero también, posiblemente original.

De la Mora comienza a estudiarla y realiza un índice de los 25 colores del lienzo, así como las frecuencias con las que se utilizan, asignándole a cada uno cierto número de capas que serán aplicadas consecutivamente hasta llegar a 1974, año de la muerte del muralista. Si bien los lienzos materiales de de la Mora son la supuesta obra de Siqueiros, incluido el marco, y el certificado de autenticidad firmado por Adriana Siqueiros, los lienzos simbólicos son mucho más amplios.

Si se trata de un original, el gesto del artista es iconoclasta, especialmente cuando el original (que se encuentra atrapado debajo de un vidrio, como se entiende a partir de la ficha técnica de la obra) sería de uno de “los tres grandes”, figura fundacional del arte del nuevo siglo en el México post revolucionario, artista social, militante, autor de NO HAY MÁS RUTA QUE LA NUESTRA, en el solo título la declaración contundente: en el arte, revolución o muerte. Si bien la labor de desmontar los mitos de la pintura mexicana moderna ha recaído en otras generaciones, para de la Mora la sombra lejana de Siqueiros le da legitimidad a la violencia que ejerce sobre su figura y sobre cualquiera que tenga sentimientos por su obra, considerada oficialmente

monumento artístico del país. Con esa violencia que ejerce al ocultar su obra, (el ocultamiento era la muerte sufrida por los que no se alineaban a la RUTA de los muralistas) de la Mora convierte en escultura lo que era un lienzo plano, forzando al que fuera pintor, a expresarse tridimensionalmente, obligándolo, post mortem, a tomar otra ruta.

Si la diferencia entre la comedia y la tragedia es el punto en que se termina de contar la historia, la diferencia entre la pintura y la escultura es el punto en que se dejan de agregar capas, las cuales de la Mora remata –como si fuera una capa de yeso que viene a terminar una superficie imperfecta, o una lápida sepulcral que encierra debajo de sí la descomposición de un cadaver– con 94 capas de blanco de titanio 301.

A different strategy of erasing comes into play in the work of Gabriel de la Mora, whose raw materials are invariably waste materials, seldom as connotated as in this series of works in which he performs various exercises on counterfeiting.

"D.A.S., 1974 layers of paint" is a diptych that begins with the purchase of a supposed work by David Alfaro Siqueiros in a bazaar in Mexico City. We can imagine the artist walking along Álvaro Obregón Avenue, recognizing among paintings and sculptures a small work of 25 x 20 cm with a motif that reminds him from afar a Siqueiros. The small work is sold with a certificate of authenticity issued by the artist's only daughter, who for years issued the disputed documents. The purchased work is most likely fake, but also possibly original.

De la Mora begins to study it and makes an index of the 25 colors of the canvas, as well as the frequencies with which they are used, assigning each one a certain number of layers that will be applied consecutively until reaching 1974, the year of the muralist's death. Although the artist’s material canvases are Siqueiros' supposed work, including the frame, and the certificate of authenticity signed by Adriana Siqueiros, the symbolic canvases of the work are much broader.

If the work was indeed an original, the artist's gesture is iconoclastic, especially when the original (which is under a glass, as understood from the work’s specs) would be one of "the big three", founding figure of the art of the new century in post-revolutionary Mexico, a social artist, militant, author of THERE IS NO MORE ROUTE THAN OURS, in the title alone the forceful declaration: revolution or death and oblivion. Although the work of dismantling the myths of modern Mexican painting has fallen on other generations, for de la Mora the distant shadow of Siqueiros legitimizes the violence he exercises on the muralist and anyone who has feelings for his work, officially considered an artistic monument of Mexico. With the violence exercised by hiding the work (concealment was indeed the “death” suffered by those who did not align with the route of the muralists) de la Mora turns into sculpture what was a flat canvas, forcing the dogmatic painter to express

himself three-dimensionally, forcing him, post mortem, to take another route.

If the difference between comedy and tragedy is the point at which the story is ended, the difference between painting and sculpture is the point when layers are no longer added. In this case, de la Mora finishes -as if it were a layer of plaster that comes to finish an imperfect surface, or a tombstone that encloses beneath it the decomposition of a corpse- with 94 layers of 301 titanium white.